Más de trece mil
años después que aquel cazador de musculatura fuerte, hombros amplios, cabeza
erguida, cejas prominentes, nariz recta y mandíbula robusta, perdiera una de
sus puntas de flecha de piedra, otro hombre tan alto como él se agachó y la
recogió. Era el año 1973.
El arqueólogo
Gonzalo Correal había caminado todo el día por los alrededores de Bahía Gloria
en el golfo del Darién. Había escarbado con los ojos cada centímetro del lugar
antes de pararse a la entrada de una cueva llena de murciélagos. Tenía la playa
y sus arenas calurosas metidas entre las botas y, entre ceja y ceja, incrustada
una obsesión: encontrar los rastros del camino que debieron de recorrer los
cazadores que llegaron a las cuevas de El Abra y a los abrigos del Tequendama
en la sabana de Bogotá hace 12.460 años. Sus antepasados, procedentes de Asia,
habían atravesado miles de años antes el estrecho de Bering y habían cruzado el
istmo de Panamá y el Darién, en su camino hacia el sur de América.
Esa tarde, el sol
parecía caer lentamente. Los acompañantes del arqueólogo se le acercaron y los
murciélagos huyeron despavoridos. La punta de flecha que Correal acababa de
encontrar era de unos cinco centímetros de larga, era de sílex y tenía forma de
cola de pez. Este proyectil había sido parte del equipo de cacería de los
aborígenes o indios que habían estado allí siglos atrás, viviendo de la
recolección de frutos y moluscos y de la cacería.
En su rastreo por
la costa atlántica, Correal llegó hasta la Guajira y en la serranía de Cosinas
halló más señales de cazadores y recolectores. Sobre las terrazas aluviales, a
lo largo del valle del Magdalena hasta el departamento del Huila y en áreas
cercanas a las ciénagas o confluencias de los ríos, encontró pistas de antiguos
cazadores, recolectores y pescadores.
A finales de 1979
en Tibitó, otro sitio de la sabana de Bogotá, Correal comprobaría que estos
primeros pobladores paleolíticos, cuyas huellas él descubriera en 1967, también
habían cazado grandes animales como el mastodonte. Por otra parte, el hallazgo
le permitió responder inquietudes formuladas por sus colegas quienes, frente a
los yacimientos arqueológicos de El Abra y el Tequendama, suponían que debían
encontrarse especies de la megafauna pleistocénica, como efectivamente
aparecieron.
Pero el significado
de estos descubrimientos primordialmente reside en la ampliación por varios
miles de años del panorama histórico y cultural no sólo de Colombia, sino del
norte de América del Sur. En Colombia, la cronología del poblamiento del país
antes de los trabajos de Correal empezaba hace 5.000 años. En Puerto Hormiga, a
orillas del Canal del Dique, en el departamento de Bolívar, Gerardo
Reichel-Dolmatoff encontró que en ese tiempo los indios tenían una forma de
vida definida. Recolectaban moluscos en el litoral y en los esteros cercanos,
cazaban especies pequeñas de la fauna local y recogían algunos vegetales. La
adaptación de estos indios recolectores de moluscos y cazadores de pequeños
animales dejó huellas en grandes acumulaciones de conchas y en herramientas de
piedra como raspadores, golpeadores y yunques para romper semillas. Y, lo más
extraordinario, en un tipo de cerámica rudimentaria que resultó ser uno de los
más antiguos de América.
ARQUITECTURA Y URBANISMO EN
LA CULTURA TAIRONA
MARGARITA SERJE
Los escritos del siglo XVI
permiten entrever que en la que entonces se llamó Sierra Tayrona habitó una
alta y densa población.
El relieve abrupto de
agudas pendientes, los cauces rápidos, caudalosos y cortos y el clima que se
caracteriza por su alta pluviosidad fueron circunstancias que los antiguos
habitantes supieron sortear por medio de la adecuada explotación de los
recursos de suterritorio. Expandieron sus áreas de habitación y de cultivo al
modificar la topografía con diversas obras de arquitectura lítica que expresan
una relación respetuosa con el entorno. La cultura apropió los elementos naturales:
El relieve, la piedra y el agua para dar respuestas constructivas que revierten
al paisaje transformándolo de una manera orgánica.
Con esta infraestructura ha
perdurado, como legado de un largo recorrido para lograr una adaptación
ecológica a las montañas tropicales, la solución a las particularidades
ambientales de la región: para proveer áreas planas para la habitación se optó
por la construcción de terraplenes o terrazas apoyadas en muros de contención
construidos en piedra. Las terrazas se intercomunicaron por medio de un
intrincado sistema de caminos, también en piedra, solucionado con diversos
tipos de puentes, terraplenes y desagües siguiendo un trazado altamente
eficiente en la topografía. La red de caminos funciona además como mecanismo para
evacuar las aguas lluvias, complementando el sistema de drenaje compuesto por
canalizaciones y desagües construidos en piedra.
Una misma tecnología de la
construcción es común a todos los vestigios arquitectónicos de la cultura
Tairona. Consiste básicamente en un proceso de excavación hasta llegar al nivel
de la formación rocosa, óptima para fundar la construcción. A partir de allí se
procedió a rellenar, apisonando tierra gredosa con gravilla y conteniendo las
capas de relleno con hiladas de bloques de piedra hasta constituir un terraplén
contenido por un muro. Los bloques que se utilizaron en este proceso de
construcción, se obtuvieron de los mismos.
Los mantos rocosos son
utilizados como elementos constructivos (cimientos, muros de contención), como
elementos decorativos y como amoblamiento urbano mantos rocosos que afloran en
la región. Es probable que la obtención haya podido ser lograda en el sitio
mismo de la construcción, al mismo tiempo en que se procedía a la nivelación
para fundar las terrazas. Para algunas de las construcciones se utilizaron
bloques de piedra con una talla y pulido como proceso posterior de elaboración.
De acuerdo con la
configuración del terreno y con la magnitud del aterrazamiento, se dan diversas
soluciones en la estructura de los muros de contención. Aparecen puntales y
contrafuertes, muros con escalonamientos o dobles muros; todas estas soluciones
funcionando siempre con base en el principio de contención por gravedad al
poner al terreno una masa con el peso suficiente para sostener el relleno
apisonado que constituye el aterrazamiento.
Para la construcción de
caminos se utilizó el mismo principio de manera lineal, pues para implantarlos
en las abruptas laderas de la sierra se requirieron terraplanes o banqueos
debidamente contenidos en piedra.
Toda esta infraestructura sobrevivió casi un siglo de las guerras
de conquista, 400 años de abandono bajo los bosques tropicales y la guaquería
intensiva de los últimos 30 años. Hoy permanece como evidencia de la
organización espacial de sus constructores, constituyéndose en uno de los
rasgos sobresalientes de la cultura Tairona. Se han detectado hasta el momento
más de 250 conglomerados con características urbanas interactuando a través de
una vasta red de caminos que integra todos los pisos térmicos de la sierra
comunicando los páramos con el mar. El tejido que conforma este sistema de
estructuras líticas se puede caracterizar como un continuo espacial que
comprende la esquina noroccidental del macizo.
Más que como arquitectura,
esta infraestructura se puede considerar como la huella del urbanismo Tairona:
la organización de todo un sistema de asentamientos que fueron descritos como
ciudades por los cronistas del siglo XVI: Así se nos cuenta sobre Taironaca,
una de las principales capitales: "Ciudad Pajiza, pero bien fundada, escombrada por parte del oriente, es una de las
plazas enlosada, de lajas grandes puestas igualmente, y su hechura va
triangulada, por cada parte cien pasos de frente y en las tres puntas tres
grandes caneyes, moradas y aposentos de sus reyes". (Castellanos, 1955).
Desde el punto de vista de
su organización urbana, y regional se ha estudiado el caso del conjunto de
asentamientos del alto valle del río Buritaca. Aquí se detectaron 32 de
terrazas localizados en diferentes alturas entre los 400 y los 1700 msnm a lo
largo del valle que podría corresponder al que los cronistas denominaron
"Valle de la Caldera". Una primera comparación entre estos núcleos
urbanos, cuyos límites son difíciles de establecer, atestigua una jerarquía de
poblaciones: Se observa que existen tres rangos de asentamientos. Los poblados
mayores equiparables a las capitales de las provincias que mencionan las
crónicas, aquí se podría ubicar a "Ciudad Perdida" y a
"Pueblito", ambos con más de 200 terrazas. En una segunda categoría
se encontrarían asentamientos con un promedio de 80 terrazas. Aparece además un
grupo de conglomerados secundarios con menos de 50 terrazas que se sitúan como
poblados satélites alrededor de los núcleos mayores.
La localización de los
asentamientos, evidencia el acceso a los diferentes pisos térmicos sugiriendo
un control vertical del tipo andino.
Debido a la extrema
topografía de la región, el área apropiada para la agricultura es escasa, en
las pocas áreas planas que aparecen en el alto Buritaca no se encuentran
vestigios de habitación. Estas aparecen cruzadas por caminos y en algunas
partes por canalizaciones para drenaje. Así las zonas óptimas y las de
pendientes medias fueron utilizadas para agricultura, aprovechando la topografía
más agreste para la localización de los asentamientos.
Las pendientes extremas
seguramente se reservaron como áreas boscosas: Los asentamientos se localizan
en la mayoría de los casos sobre los filos y cuchillas de las montañas, donde
se aprovecha al máximo la asoleación y se tiene un dominio visual sobre el
valle y las demás poblaciones. Se define un paisaje cultural que encuentra su
mejordescripción en
el relato de Simón al referirse al Valle de la Caldera: "Si hay algún
paraíso terreno en estas tierras de indios parece ser éste . . . Está todo
coronado de altas cumbres ... todas sus cuchillas quebradas, de dulcísimas
aguas de oro . . . espaldas y amagamientos poblados de crecidos pueblos indios
que se veían todos de todas partes con sus laderas con agradable vista, . . .
lo que más deleitaba la vista eran sus muchas plantas . . . y las arboledas
casi todas frutales . . . y de madera para sus casas y quemar en bohíos del diablo ... limpieza y curiosidad, como lo
tenían en los patios enlosados de grandísimas y pulidas piedras, con sus
asientos de lo mismo, como también los cambios
de lajas de a tercia . . .
". (Simón, 1982).
A nivel interno de los
asentamientos se observan pautas de implantación semejantes a las regionales.
Mirando el caso concreto de Ciudad Perdida, es evidente que la dimensión verde
tuvo gran importancia como se refleja en la densidad de terrazas que conserva
dentro de sus límites de dimensión rural lo que le da un carácter especial a la
vida urbana, acercándose a la utopía de la ciudad jardín, que surgiría unos
siglos más tarde con la revolución industrial.
Dentro del perímetro urbano
de Ciudad Perdida hay cuatro zonas verdes de altas pendientes que probablemente
constituyeron áreas con reserva de árboles para la leña de los fogones y la
construcción y mantenimiento de las edificaciones perecederas.
La vegetación en los
espacios libres aledaños a las terrazas seguramente fue diferente, pues aquí se
requería una buena soleación y espacio para actividades domésticas, la cría de
animales (en las crónicas mencionan abejas y aves de plumas ornamentales) y
cultivos de "pan-coger", como ají, tabacos, coca, etc. La forma
urbana está muy relacionada con la topografía. La ocupación del terreno que se
da en Ciudad Perdida se repite en sitios con localizaciones similares. Los
asentamientos situados sobre las cuchillas, presentan una organización lineal a
lo largo de eje del filo, de donde se desprenden diversos caminos que conducen
a otros grupos de terrazas sobre las laderas adyacentes. En general sobre el
filo se desarrolla el sector de mayor elaboración dentro del asentamiento; en
el caso de Ciudad Perdida es aquí donde se ordenan escalonadamente una serie de
terrazas monumentales a lo largo de un camino-eje con características únicas. A
este sector por su importancia se la ha llamado Eje Central. Sus estructuras,
de carácter político y religioso, dominan visual y simbólicamente el resto del
asentamiento y el valle del alto Buritaca.
En ambas vertientes del
filo, aparecen aglomeraciones de terrazas que constituyen diez sectores, en
cada uno de estos se hizo un uso particular de la geometría, la composición de
las terrazas y su densidad también varía y hay diferencias en cuanto a la
elaboración y pulido de la piedra, lo que evidencia una jerarquía urbana
compleja. En el área ocupada existen 10 fuentes de agua que constituyen un
acueducto natural, lo que seguramente fue condición para su localización. Estas
quebradas, caños y manantiales son apropiados e integrados al paisaje
arquitectónico. Numerosos caminos conducen a los cauces donde aparecen
canalizaciones, puentes monolíticos o filtros.
Hay terrazas claramente
asociadas al agua, los cronistas mencionan albercones en piedra para los baños
y puentes colgantes en madera y bejuco en los ríos y cauces mayores.
El rasgo sobresaliente de
los asentamientos son las terrazas de muros troncónicos. En planta: Sobre la
superficie aparecen, jugando con la forma espiral, diversos espacios claramente
diferenciados por muros, desniveles, accesos y tratamiento de los pisos. Los
basamentos de las antiguas edificaciones se identifican por los
"anillos", conformados por un zócalo de piedra que define un nivel
más alto. Estos tuvieron múltiples funciones: Constructivamente actúan como
viga de amarre de los cimientos de la pasada edificación; como elemento de
climatización, al conformar un nivel más alto, aísla el piso de la humedad y
facilita el desagüe. La gran importancia arquitectónica que atestigua el muro de anillopermite
sugerir que este tuvo una función simbólica, de acuerdo con las notorias
diferencias en sus acabados y detalles, particularmente en las lajas que
conforman las entradas.
Los anillos evidencian
diferentes formas y tamaños. El 93% de los basamentos son circulares, con un
área mínima de 6 m2 y una máxima de 200 m2. De acuerdo con esta diferencia en
cuanto a los tamaños y teniendo en cuenta las implicaciones constructivas que
el aumento del área tiene sobre la estructura portante de la edificación: así
como la asociación que existe entre los anillos de mayor tamaño con terrazas y
acabados constructivos muy elaborados, se pueden establecer 3 grupos de
basamentos circulares, con base en los cuales se pueden sugerir diferencias de
uso:
Los anillos con área hasta
de 12 m2, llamados "casas de muñeca" en la región. Para estos con
base en datos de excavación y comparación etnográfica (Castaño, 1980) se ha
sugerido un uso como lugar de reclusión en ceremonias de iniciación u otros.
Para los anillos con áreas
entre los 12.5 m y los 50 m. que constituyen el 78.6% de los basamentos
circulares, se propone un uso residencial apoyado en la evidencia obtenida en
las excavaciones. A través de éstas se conoce que el interior de los bohíos
giraba alrededor del fuego como elemento central del espacio de la intimidad.
Se ha planteado la existencia de una zonificación en particiones físicas: Un
área doméstica asociada a artefactos cerámicos y líticos propios de labores
como preparación y cocción de alimentos, almacenamiento, acarreo de agua, etc.
y un área artesanal asociada a herramientas propias de oficios como la
alfarería, hilandería, pedrería, y orfebre- ría. Sin embargo, cabe cuestionarse
si estos constituyeron cada uno una vivienda; pues entre los Kogi y otros
grupos actuales la vivienda está conformada por más de una edificación. Los
anillos con áreas mayores a los 50.24 m2 son todos elaborados y constituyen el
18.1 % de los basamentos, localizados en las áreas centrales de cada sector o
del asentamiento en general. Esto permite sugerir que correspondieron a
espacios de carácter público con usos ceremoniales, políticos o comerciales.
En Ciudad Perdida existen
también basamentos de forma semicircular, para los cuales, con base en los
datos de excavación de uno de ellos, se plantea que probablemente fueron
espacios para almacenamiento. Aparecen cuatro, en lugares periféricos.
En el Eje Central se
encuentran dos basamentos rectangulares. Por su localización, su alto nivel de
elaboración y su gran tamaño nos recuerdan la referencia de los cronistas:
"era en su mayor parte bohíos o caneyes del diablo, que tenían hechos cada
pueblo de los de la provincia, donde iban en romería a pedir cada cual en su
bohío remedio a sus necesidades". (Simón, op. cit.). La planta de estos
basamentos es similar a la planta de las "malokas" de ciertos grupos
actuales. Según datos de excavación y guaquería, a estos espacios se asocian
joyas y ofrendas muy elaboradas y numerosas.
Se encuentran también
basamentos de forma oval, para los que no existen datos concretos respecto a su
uso y por último aparecen pequeños basamentos de forma irregular asociados a
los cauces de agua, cuyos pisos
culturales fueron
lavados por las crecientes, pero es posible suponer que albergaron actividades
directamente relacionadas con el agua.
Con base en la evidencia de
las huellas de poste, que aparecen en el perímetro interno del anillo, se
conoce que las edificaciones perecederas se construyeron usando estructuras de
madera rolliza, muy posiblemente amarrada con lianas, utilizando también
ciertos bejucos muy fuertes como viga de apoyo para la cubierta. Estas pudieron
haber sido en palma o paja según la altura sobre el nivel del mar.
Sobre Taironaca,
Castellanos cuenta que sus construcciones eran "casas pajizas, pero de
buen arte y su grandeza y latitud es tanta, que de grandes caneyes es la
planta". (Castellanos, op. cit.).
Los cerramientos pudieron
haber sido construidos en bahareque,
madera, palma o cortezas como actualmente construyen los indígenas de la
región. Los poblados Kogi agrupan construcciones en mayoría de planta redonda,
con rudimentarios basamentos en piedra que evocan los anillos arqueológicos.
Estos bohíos aparentemente iguales presentan sin embargo diferencias en cuanto
a la configuración de su estructura por tanto y en cuanto a sus acabados. Para
lograr una misma forma externa y con base en un mismo principio estructural con
el de diagonales no arriostradas,
se da una notable variedad en la solución de cubiertas y apoyos. Aparentemente,
el uso de ciertos materiales en los cerramientos tienen relación con la función
del bohío, pues estos tienen diversos usos. Las viviendas comunes tienen
cerramientos en bahareque o listones de madera, las cansamarías o
templos comunales tienen cerramientos en palma tejida, los templos mayores se
cierran prolongando la cubierta hasta el piso en forma de colmena.
La actual arquitectura
indígena es quizá la referencia más valiosa para aproximarnos a la arquitectura
Tairona, en la actual vivienda indígena el espacio funcional de ésta no se
restringe al de la edificación, gran parte de las actividades se desarrollan al
aire libre en su alrededor: Allí se hace parte de la preparación de alimentos,
se raja la leña o se bañan los niños más pequeños. De la misma manera en las
terrazas arqueológicas se evidencia la importancia que tuvo el espacio
alrededor de la construcción: aquí aparecen desniveles y diferentes calidades
de piso que permiten identificar áreas de carácter particular: independientes
del espacio de circulación. Para estudiar la terraza como un espacio integral,
hay que mirarla como el conjunto de basamentos y sus alrededores funcionales,
articulados por medio de una circulación interna. De acuerdo con la relación de
la terraza con la red general de caminos de asentamientos, con su complejidad
formal y con la disposición interna de los espacios que la constituyen, se
pueden proponer usos y concretar así el umbral de lo residencial en Ciudad
Perdida.
El sistema de circulación
es complejo: Se manifiesta por medio de una intrincada red de caminos
peatonales, que intercomunican las terrazas, los conjuntos de terrazas y el
asentamiento con el exterior. Se perciben diferencias y asociaciones entre los
caminos al mirarlos en términos de su función como rutas urbanas, como
elementos significativos de comunicación. Partiendo de que el origen en un
camino siempre es una terraza y siguiendo su recorrido de acuerdo con la
continuidad que manifiesten, no en los cruces con otros caminos y en el paso
por las terrazas hasta llegar a una meta, lugar donde el camino pierde su
continuidad (en una terraza, otro camino, una fuente de agua u otros) los
caminos se pueden caracterizar también de acuerdo con su forma. Su ancho,
elaboración, contenciones: suponiendo que un camino más ancho y más elaborado
tiene mayor importancia. Con base en estos criterios aparecen cinco categorías
de caminos: Un camino único, sobresaliente, con características monumentales:
El Eje Central; caminos rutas entre éste y la periferia del asentamiento, con
gran esfuerzo invertido en la implantación en la topografía con la intención de
lograr rutas comodamente transitables, caminos de circulación principal entre
los conglomerados de terrazas; caminos cuyos recorridos unen terrazas entre sí
y pequeños tramos con recorridos muy específicos, a veces como rutas alternas
de otros caminos. Asociado al sistema de circulación del asentamiento aparecen
una serie de elementos líticos como mojones, petroglifos y piedras talladas,
que marcan hitos dentro del conglomerado. Evidencia la intención de haber sido
localizadas en ciertos sitios, algunas presentan formas sobresalientes otras
con incisiones y grabados: se encuentran marcando sitios como cruces de
caminos, en el área de circulación de algunas terrazas o de algunos caminos.
Actualmente estas piedras se han constituido en hitos regionales: Han adquirido
nombres y se consideran puntos de referencia, enfatizando así la función que se
les atribuye. Este conjunto de piedras y petroglifos se pueden considerar como
los elementos de un sistema de señalización urbana, o relacionado con la red de
transporte. Se ha llegado incluso a sugerir que los petroglifos son mapas
urbanos y regionales.
El conjunto de caminos, la
función de servir como red de drenaje al recoger las aguas lluvias. Mediante un
manejo de la pendiente, con pequeños giros, encausan las aguas tanto de las
terrazas como de las escorrentías de las laderas no construidas, pues el
problema de los cultivos y las construcciones en el área, son los innumerables
arroyos que se forman con cada aguacero. El sistema de circulación delimita y
conforma de esta manera las áreas no construidas del asentamiento. Estas
constituyen un elemento importante de la estructura urbana pues dan identidad al aislar como densidad a los sectores.
Así, se pueden identificar los conglomerados de las terrazas, cada uno con una
implantación en la topografía específica. Cada uno de estos tienen diferentes
características organizativas y formales. En cada uno de ellos se destaca la
importancia constructiva de ciertas terrazas y cruces de caminos, consolidando
así núcleos que a nivel de sector pueden ser considerados como centros
sectoriales. Entre estos, se puede percibir una jerarquía: Se identifican dos
centros secundarios sin las características monumentales del Eje Central, donde
confluyen las principales rutas interurbanas. Aquí aparecen terrazas complejas
con amplias zonas enlosadas. En la medida en que estos sectores fueron el
acceso de gentes y productos a Ciudad Perdida, muy seguramente tuvieron una
actividad pública y comercial. Los demás sectores tienen un carácter más
residencial; cuatro de ellos, presentan núcleos de importancia que se
consideran centros menores. Estos se relacionan con el eje central y con los
centros secundarios de manera muy directa, por medio de caminos principales
conformando un esquema urbano que podría caracterizarse por tener un
"Centro Expandido" en la medida en que la actividad central se irriga
a toda el área urbana. Es muy posible que los habitantes de Ciudad Perdida se
hayan agrupado en sectores o barrios por oficios. La importancia de un
asentamiento monumental como éste es resultado de un excedente económico. La
elite que residió aquí en este centro político tuvo necesariamente acceso al
excedente de bienes y servicios, pudiendo haber sido un centro comercial y
artesanal.
Este carácter de centro
político y económico que se le atribuye, se comprueba al observar que casi el
40% del área aterrazada corresponde al espacio público. El área restante tiene
características residen ciales. Al considerar los anillos de tamaños medianos como
viviendas, y recordando la referencia de Simón al Valle de la Caldera, donde
dice que allí "Las más de mil casas grandes que había, que en cada una
vivía una parentela . . . ". (Simón, op. cit.).
Se ha estimado que la población de Ciudad Perdida puede fluctuar entre 1400 y
los 3000 habitantes. (Rodríguez, 1981).
Ciudad Perdida puede de
esta manera ser considerada como capital de la región, con la mayor cantidad de
terrazas y la más impactante monumentalidad. Su configuración, localización y
alto nivel de elaboración atestiguan la existencia de un sector de la población
dedicado a actividades eminentemente urbanas dependiente para su sustento de
las aldeas y caseríos que explotaron las zonas de cultivo, localizadas en su
mayoría en los territorios del bajo Buritaca, donde el río se abre en un fértil
valle.
La especialización de
funciones en los poblados, que existe actualmente en los asentamientos Kogi, la
menciona ya Castellanos al referirse al caso de Bondigüa que se destaca
"por ser allí las grandes funciones de las demás comarcas y
poblaciones". (Castellanos, op. cit.).
El ordenamiento espacial a través de estructuras con un rol urbano (caminos y
conglomerados de terrazas) en los que se asentaba la población Tairona, le da
un carácter particular como organización social, pues la red urbana abarca el
sector rural, asentándose aquí la mayor parte de la población, expresando la
amplia base económica sobre la que se ejercía un control. Esta organización
espacial refleja un nivel de integración política caracterizado por la
presencia de autoridades centrales: (15 caciques son grandes señores, subjectos
a los mandos de la Noama . . . sus gentes cada cual acaudillado . . . "
(Castellanos, op. cit.).
Actualmente en los valles
de los ríos de la Sierra Nevada, cada vez más cerca de las cabeceras, habitan
campesinos que provienen de todas partes de Colombia, llegan a la región con el
afán de encontrar sustento en la tierra y toman posesión de un terreno baldío.
El primer sitio que se escoge para vivir es casi siempre la vega del río, pero
con el tiempo se opta por subir el filo e instalarse sobre la cuchilla donde
las condiciones de asoleación son mejores, hay menos plaga y siempre es fácil
conseguir agua en alguna quebrada cercana. Las planadas donde actualmente se
encuentran las casas de los colonos son terrazas arqueológicas de algún poblado
Tairona. En todo el territorio ocupado actualmente por la colonización se
encuentran los vestigios de la extensa red de poblados y caminos. Por las
extremas condiciones de su localización esta infraestructura es uno de los
ejemplos más significativos de adaptación al medio.
Estos sitios sagrados para
los actuales indígenas, donde "hombres se volvieron piedra" constituyen
no solo una importante raíz histórica de nuestra identidad colombiana sino,
además una experiencia invaluable en el manejo del medio que debe ser
recuperada para el futuro."